Las vacunas han logrado erradicar numerosas enfermedades infecciosas que en el pasado eran difíciles, casi imposibles de curar, produciendo con ello muertes y grandes epidemias, como la viruela o la polio. Hay enfermedades que todavía no han podido ser erradicadas totalmente, como el sarampión o la poliomielitis, pero se han reducido en gran número.
La búsqueda del hombre por las inmunizaciones de enfermedades contagiosas es casi tan antigua como el ser humano.
Ya en el siglo X, en Asia Central ya existía la práctica de la aplicación de virus por vía cutánea o nasal de virus para que el cuerpo fabricara defensas contra ellos. Con los años, esta práctica se extendió a África y Europa.
La primera vacuna contra la viruela se descubrió en 1796 casualmente, ya que su descubridor, haciendo caso de las creencias de los aldeanos, comprobó que las mujeres que ordeñaban vacas no enfermaban de las epidemias de la viruela. De esta consecuencia, pensó en que esta la inmunidad de las mujeres era debida al contacto con los propios animales, pues las vacas tenían heridas en las ubres producidas por un virus muy parecido al de la viruela (la vacinia). El organismo reconocía este virus y fabricaba defensas contra él, protegiendo así a estas mujeres contra la viruela.
Actualmente, las vacunas, las administramos de forma general en los países más desarrollados, cayendo en la cuenta de que “es mejor prevenir que curar”. Previniendo los contagios, se previenen los sufrimientos, discapacidades y muertes, además de aliviar la carga de sistemas de salud y de gastos que pueden ser utilizados en otras necesidades.
Fuente: vacunas