Agotamiento progresivo, desmotivación para el trabajo y cambios repentinos del estado de ánimo con sentimientos de tristeza, pena, angustia, malestar psíquico acompañado de melancolía, pesimismo, etc. La lista resume los síntomas que el psiquiatra Herbert Freundenberger halló en 1974 en los trabajadores de una clínica. Este cuadro lo bautizó como el síndrome de «Burnout» o «quemados por el trabajo«.
Una vez diagnosticado el síndrome, la terapia se orienta hacia dos niveles: individual y de grupo. Algunas compañías en que suelen darse situaciones que bien podrían favorecer la aparición de este síndrome, ofrecen recomendaciones para intentar aliviar sus consecuencias, aunque lo habitual es que sólo se fijen en el plano individual. Entre las más utilizadas, se encuentran:
- Generales, dirigidas a mejorar el estado físico mediante ejercicio, alimentación adecuada, y eliminación de hábitos autodestructivos.
- Fisiológicas, para reducir el malestar emocional y físico asociado al estrés, mediante técnicas de relajación.
- Cognitivas, que ayudan a reorganizar la forma percibir situaciones estresantes, a identificar y modificar pensamientos irracionales.
- Conductuales, que persiguen instruir a la persona para que manifieste sus sentimientos, deseos, necesidades, entrenarle en habilidades sociales, ayudarle a identificar y resolver problemas, y adecuar comportamientos y actitudes.
La pregunta es: ¿quién no está quemado por el trabajo?