1. Menos peso, menos carga. A fin de reducir los impactos a los que se ven sometidas las rodillas, es muy importante controlar nuestro peso corporal. Cuanto menor sea la carga a soportar, menor será el estrés al que se verán sometidos.
2. Unas buenas zapatillas. La absorción de los impactos debe comenzar desde abajo, los pies. Las zapatillas deben ser adecuadas, deben amortiguar los impactos de manera óptima y deben guiar la huella, para que sea adecuada.
3. Controlar la huella. Cada uno tiene sus patrones de movimiento y se tendrán en cuenta en el cuidado de las rodillas. Hay que conocer cómo se camina, como se corre, como se salta… para optimizar el patrón de movimiento y elegir la zapatilla ideal.
4. Hacer balance muscular. Toda la musculatura de la pierna (gemelos, sóleo, tibial anterior y posterior, peronés laterales…) y del muslo (cuádriceps, isquiotibiales, aductores…) debe estar compensada y en buena forma (buen tono muscular) para funcionar correctamente.
5. Empezar bien. Antes de hacer ejercicio, se debe calentar correctamente. Se movilizarán las zonas a trabajar para calentarlas, reducir el rozamiento y aumentar el riego sanguíneo. Si no se realiza un buen calentamiento, nos podemos lesionar y la rodilla sufrirá.
6. Terminar mejor. Al finalizar el ejercicio, se ha de relajar la musculatura trabajada y volver a la longitud inicial para contrarrestar los acortamientos producidos por el ejercicio. ¿Cómo? Con estiramientos suaves y pasivos.
7. Hacer un entrenamiento adecuado. Cualquier plan de entrenamiento que hacemos debe ser suave y hecho con criterio. El progreso debe combinar la cantidad (volumen) y la calidad (intensidad) del entrenamiento. Debe ser variado y personalizado, por eso siempre es aconsejable preguntar a los técnicos cómo podemos hacerlo mejor. Un entrenamiento planificado mantendrá las rodillas protegidas.
Fuente: fitness