La muerte cardíaca súbita (conocida como infarto súbito) es el fallecimiento a consecuencia de la pérdida abrupta de la función cardíaca (paro cardíaco). A la víctima se le puede haber diagnosticado o no una enfermedad del corazón. El momento y el modo de morir son inesperados, en este último tiempo, hemos tenido oportunidad (lamentablemente) de ver algunos futbolistas y deportistas por TV. Ocurre minutos después de que aparecen los síntomas. La causa subyacente más común del fallecimiento súbito por paro cardíaco en pacientes es la enfermedad coronaria (acumulación de grasa en las arterias que suministran sangre al músculo cardíaco).
Cerca de 335,000 personas al año mueren por una enfermedad coronaria sin que se les hospitalice ni ingrese en una sala de emergencias. Esa cifra constituye alrededor de la mitad de todos los fallecimientos por enfermedad coronaria.
Todas las enfermedades coronarias conocidas pueden provocar un paro cardíaco y la muerte cardíaca súbita. La mayoría de los paros cardíacos que provocan la muerte súbita ocurren cuando los impulsos eléctricos del corazón enfermo se aceleran (taquicardia ventricular), se tornan caóticos (fibrilación ventricular) o ambos. Este ritmo cardíaco irregular (arritmia) provoca que el corazón de repente deje de latir. Algunos paros cardíacos se deben a una desaceleración extrema del corazón (bradicardia).
En un 90 por ciento de los adultos víctimas de la muerte cardíaca súbita, dos o más arterias coronarias principales se estrechan debido a la acumulación de grasa. Se encuentran cicatrices de un ataque cardíaco anterior en dos tercios de las víctimas. Cuando la muerte súbita ocurre en adultos jóvenes, otras anomalías cardíacas son las causas más probables. La adrenalina liberada durante la actividad física o deportiva intensa con frecuencia actúa como un detonante de la muerte súbita cuando estas anomalías están presentes. En ciertas condiciones, varios medicamentos para el corazón y otros fármacos —así como el abuso de drogas ilegales— pueden provocar ritmos cardíacos irregulares que provocan la muerte súbita.
La muerte cerebral y el fallecimiento irreversible pueden ocurrir en tan sólo 4 a 6 minutos después de que ocurra el paro cardíaco. El paro cardíaco puede revertirse en la mayoría de las víctimas si se trata en un lapso de unos cuantos minutos con un choque eléctrico al corazón para normalizar el ritmo cardíaco. Este proceso se conoce como desfibrilación. Las probabilidades de supervivencia de la víctima se reducen entre un 7 a un 10 por ciento con cada minuto que pase sin que se le practique la desfibrilación. Pocos intentos de reanimación tienen éxito después de pasados 10 minutos.