Los alimentos «enriquecidos» y «funcionales» han aparecido en un momento muy oportuno. Muchos consumidores están informados de que la alimentación puede determinar la evolución positiva o negativa de la salud, al tiempo que se sienten culpables por practicar una dieta alejada del ideal mediterráneo.
La industria sabe de nuestra preocupación, y crea lo que se llaman “farmalimentos”, que son aquellos que incluyen un suplemento de alguna sustancia beneficiosa para el organismo como vitaminas, minerales, ácidos grasos esenciales, fibra y otros nutrientes. Esto les coloca en un lugar aventajado con respecto a sus homólogos corrientes.
No obstante, la sociedad no sabe que su uso entre personas sanas no tiene justificación, por ejemplo, ¿Para que sirven los alimentos enriquecidos en fósforo, si el fósforo no es deficitario en nuestra población y, consumido en exceso, puede interferir en la absorción de otros nutrientes, como el calcio?
Estos alimentos responden a una moda reciente y no cuentan todavía con una legislación que los regule, algo que según la OCU es muy necesario si tenemos en cuenta que se presentan como un producto a medio camino entre el vívere y el medicamento.
No existe una norma que defina qué es un producto enriquecido, qué productos pueden y no pueden enriquecerse y con qué sustancias, ni cuál es la cantidad mínima y máxima en que deben añadirse dichas sustancias. No hay controles oficiales que acrediten sus efectos beneficiosos.
Lo que hace la industria es elegir un alimento de elevado consumo y bajo coste, al que le añade algún nutriente en mayor cantidad y el marketing nos intenta convencer de que consumir ese alimento es mejor.
Como ejemplo, ponemos los productos lácteos que son los más enriquecidos, y en concreto la leche con calcio. Esta aporta el 50% de la ingesta diaria de referencia de calcio en cada vaso y tomar la cantidad necesaria de calcio cada día es esencial para conseguir un buen funcionamiento del cuerpo y ayudar a mantener una buena salud ósea. Pero, ¿cuánto calcio tiene la leche normal? Un 35% de la Cantidad Diaria Recomendada, es decir, no hay tanta diferencia. Bebiendo un vaso un poco más grande podría suplirse.
Esto no quiere decir, que el consumo de estos productos en personas que no le gusten los lácteos, y prefieran beber menos, sea interesante. O incluso en personas con problemas óseos, el médico debe valorar la conveniencia o no de utilizar un suplemento puesto que es una forma de garantizar un aporte de calcio correcto.
En definitiva, no hay “enriquecimiento” sin “manipulación”, de modo que si eres una persona sana, y no necesitas realmente de estos suplementos, no te dejes engañar por la industria.