El paro cardíaco es la interrupción inesperada y repentina del funcionamiento del corazón. A la víctima se le puede haber diagnosticado o no una enfermedad del corazón. También se conoce como paro cardíaco súbito o paro cardíaco inesperado. La muerte súbita (también conocida como fallecimiento cardíaco súbito) ocurre minutos después de la aparición de los primeros síntomas.
Las enfermedades coronarias son la razón subyacente más común del fallecimiento de los pacientes que son víctimas de un paro cardíaco. La mayor parte de los paros cardíacos que provocan la muerte súbita ocurren cuando los impulsos eléctricos del corazón enfermo se aceleran (taquicardia ventricular), se tornan caóticos (fibrilación ventricular) o ambos. Este ritmo cardíaco irregular (arritmia) provoca que el corazón de repente deje de latir. En algunos casos se deben a una desaceleración extrema del corazón (bradicardia).
Hay otros factores además de las enfermedades del corazón e infartos que pueden causar los paros cardíacos. Entre ellos se incluyen paro respiratorio, electrocución, ahogamiento, asfixia y trauma.
La muerte cerebral y el fallecimiento irreversible pueden ocurrir en sólo 4 a 6 minutos después de que ocurra el paro cardíaco. El paro cardíaco puede revertirse si se trata en una lapso de unos cuantos minutos con un choque eléctrico para normalizar el ritmo cardíaco. Este proceso se conoce como desfibrilación. Las probabilidades de supervivencia de la víctima se reducen de un 7 a un 10 por ciento con cada minuto que pase sin que se le practique la desfibrilación. Pocos intentos de reanimación tienen éxito después de pasados 10 minutos.
Se calcula que más de 95 por ciento de las víctimas de paros cardíacos fallecen antes de llegar al hospital.