– Edad preescolar (desde el nacimiento hasta que el niño va al colegio): las necesidades calóricas de los recién nacidos son muy altas, por esta razón, la leche materna constituye el alimento más importante durante los primeros meses de vida. Según los expertos, un bebé necesita unas 120 calorías por kilogramo de peso durante los tres primeros meses, aunque esta necesidad va disminuyendo hasta las 105 calorías/kilogramo de peso entre los 9 y 11 meses. A lo largo de este período el niño está en fase de crecimiento, de modo que necesita un alto aporte de proteínas, calcio (500-600 miligramos diarios) y de hierro (5 a10 miligramos diarios).
De ahí que el consumo de carne, pescado, huevos, cereales, verdura, leche y derivados lácteos sea fundamental para satisfacer las necesidades de su organismo.
– Edad escolar (entre los 6 años y la adolescencia): una alimentación deficitaria durante este período puede acarrear serios problemas en un futuro. Además de continuar su acelerado ritmo de crecimiento, el niño despliega una gran actividad mental en el colegio y una importante actividad física derivada de la práctica de deportes o de sus juegos preferidos.
Por esta razón es fundamental el desayuno, que le permitirá empezar el día con energía y obtener un buen rendimiento físico e intelectual. En las comidas no debe faltar un plato de verduras o arroz, pasta o legumbres, un segundo plato a base de carne o pescado o huevos, y para terminar, fruta del tiempo. Conviene evitar en la dieta del niño el exceso de azúcares e hidratos de carbono, porque pueden desembocar en problemas de obesidad.
– Adolescencia: quizás uno de los mayores problemas de esta difícil etapa es la desorganización de las comidas, porque los adolescentes tienden a guiarse por una conducta caprichosa con el consiguiente riesgo de olvidar nutrientes básicos para una correcta alimentación. Es precisamente ahora cuando hay que estar especialmente atentos, porque, guiados por un absurdo deseo de adelgazar, pueden caer en la temida anorexia. Su esfuerzo mental y el gasto energético exigen una alimentación abundante compuesta por productos sanos.
– Edad adulta: una vez superada la fase de crecimiento las necesidades nutricionales de la persona se encaminan a reponer la pérdida de sustancias propias de su actividad física. La alimentación no es igual en todos los adultos, depende de la edad, la complexión física y el tipo de vida que desarrolle (sedentario, activa). En cualquier caso, conviene evitar el exceso de grasas y el exceso de comida en general.
– Tercera edad: con el paso de los años, la resistencia del organismo ante determinadas sustancias varía y disminuye con la edad, de manera que las pautas alimenticias deben ir encaminadas a evitar la aparición de posibles enfermedades. El secreto está en realizar una alimentación variada, pero sin caer en los excesos. La ración diaria de calorías no debe ser inferior a las 1.800 calorías, pero tampoco hay que llegar a las 3.000, una dieta más propia de una persona activa y de mediana edad.